El Greco, pintor de San José
P. Javier de la Cruz
El Greco, es de los pintores que más ha tratado el tema josefino, hasta unas treinta veces, de ahí que se haya dicho de él que "es el mejor pintor josefino". San José se hace presente, unas veces solo, otras con el niño, o en escenas colectivas como son los desposorios con la Virgen, la adoración de los pastores, la adoración de los magos, la huida a Egipto.
Hay un modelo que llama la atención y que podemos decir que lo crea el Greco, es el de San José guiador o “cristóforo” (Camon Aznar), el que conduce y educa a Jesús, que rompe con la imagen de San José artesano o carpintero. Este modelo, que rompe con la presentación tradicional de San José, anciano, melancólico, ajeno a lo que sucede a su alrededor, le presenta decidido, fuerte, con el gesto de proteger al niño lo que resalta el cuadro que pinta El Greco pinta para la capilla de San José de Toledo, donde aparece el Santo como guía, portador y protector de Cristo.
La obra, encargada por Martín Ramírez de Zaya –el retrato se puede ver en la parte superior izquierda del retablo de San José-, catedrático de teología de la Universidad de Santa Catalina, se realiza entre 1597-1599, a los pocos años de haber abandonado las carmelitas descalzas la capilla, en plena época de revitalización del Santo, a lo que con tribuyo la difusión de los escritos de Santa Teresa, en concreto el capítulo sexto del Libro de la Vida donde hace el elogio del Santo y recomienda a quien lo leyeses fuese devota de San José. La firma del contrato para ejecutar la obra se llevó a cabo en 1597, en el contrato se especificaba que El Greco ejecutaría los tres retablos de la Capilla, el principal dedicado a San José y rematado por la coronación de la Virgen, y los dos laterales, a San Martín partiendo la capa con el pobre y la Virgen con el niño, actualmente en la Galería Nacional de Washintong. El año de la firma, 1597, coincide con la publicación en Roma por el P. Jerónimo Gracián publica de su Josefina, Sumario de las excelencias del glorioso S. Joseph esposo de la Virgen María, donde entre otras afirmaciones referentes al Santo está la siguiente: "la verdadera grandeza de San José es haber vivido con el niño.
Debe toda su perfección a este contacto cotidiano con la divinidad. Ningún hombre ha conocido mejor al salvador, ni ha estado más tiempo a su lado. El tuvo el honor de ser útil al hijo de Dios. Cosa inaudita, durante la huida a Egipto, el salva la vida al autor de la vida, es por esto por lo que él merecía, como los antiguos recibir la corona cívica". Debemos señalar que por estos años reside en Toledo José de Valdivieso, canónigo de la catedral, autor del poema Vida, muerte y excelencia del gloriosísimo patriarca San José.
El Greco en este cuadro nos presente a un San José joven, hermoso, fuerte, decidido, lo que contrata con anteriores representaciones del Santo en las escenas del Nacimiento, la adoración de los pastores y la adoración de los Magos, donde San José es un personaje secundario, presentado como un anciano del que se podría prescindir en la representación. En esta obra, donde el Santo viste túnica verde grisácea y un manto amarillo y que, con el báculo de caminante en una mano, con los ojos bajos mira al Niño Jesús, cobijándole con su brazo, le ha representado aislado, como verdadero protagonista. El niño Jesús, vestido con un traje rojo, buscando la protección de José, rodea con sus brazos la cintura del Santo. En la parte superior del cuadro aparece un coro de ángeles, en vertiginoso movimiento, jugueteando con guirnaldas de rosa y laurel. En el fondo del cuadro, enmarcado en un cielo plomizo, aparece la silueta de la ciudad de Toledo, tal y como El Greco la pintará en sucesivas ocasiones. En la parte superior nos encontramos con una serie de ángeles en un remolino de movimiento y color que se disponen a coronar a San José. Los ángeles portan tres elementos fundamental desde el punto de vista simbólico, alusión a la idea expresada por Isidoro Isolano, que habla de las tres coronas josefinas: la de la Virginidad, la del martirio y la del doctorado.: el lirio, asociad como símbolo de San José, la virginidad, que porta el ángel del centro; un ramo de rosa, que expresa la alegría celestial ante el comportamiento del Santo y el martirio, portado por el ángel de la derecha; la corona de laurel, símbolo del doctor triunfal, portada por el ángel de la izquierda
La capilla de San José está vinculada a las carmelitas Descalzas y a Santa Teresa, pues fue Martín Ramírez, a quien la Madre Teresa describe como "hombre honrado y siervo de Dios, mercader, el cual nunca se quiso casar sino hacía una vida como muy católico, hombre de gran verdad y honestidad", fallecido en octubre de 1568, quien dejó en testamento su fortuna para obras de beneficencia, sufragios y capellanías y para fundar un convento de Carmeli¬tas Descalzas. La madre Teresa al no llegar a un acuerdo con sus herederos, llevó a cabo la fundación, sólo cuando Alonso Alvarez, hermano y albacea de Martín Ramírez, vio las condiciones en que vivían las Descalzas, la devoción y estima que iban ganando entre la gente, reanudó las conversaciones rotas con la Madre. Y aunque en Toledo no todos veían bien que diesen el patronato a Alonso Ramírez, pues, aunque él y su hermano eran personas ricas, honradas y principales, no eran de la calidad que convenía para patronos del convento, y ya que los otros conventos de la ciudad tenían por patronos personas muy ilustres, pertenecientes a la aristocracia de la ciudad, no debía ser menos el de las descalzas.
La Madre Teresa llegó a un acuerdo con Alonso Alvarez, por el cual Francisca Ramírez, su hija y mujer de Diego Ortiz, obtenía el patronato sobre la capilla mayor con la obligación por parte de las monjas de tener en el plazo de diez años, preparada la capilla y consentir que los restos de Martín Rodríguez fuesen trasladados a dicha iglesia. Esto llevó a que las Descalzas, en 1571, dejasen las casas alquiladas y comprara otra en el barrio de San Nicolás que pagaron con lo donado por los albaceas de Martín Rodríguez.
En esta nueva casa, donde Santa Teresa comenzó a escribir el Libro de las Moradas, estuvieron las Carmelitas hasta 1584, las muchas capellanías, la frecuencia de misas con la asistencia de los vecinos, en principio una ayuda para las monjas, pero con el tiempo fue causa de muchos inconvenientes para las Descalzas que estaban a "mayor encerramiento", lo que las llevará, a trasladarse a una nueva casa en las Tendillas de Sancho Milla. La capilla, se comenzó a construir en 1588 y fue consagrada el 26 de diciembre de 1594, continuo bajo la advocación de San José, ya que en el testamento se especificaba que, aunque no se llevase a cabo la fundación del convento, “nunca se mudase la advocación al Santo”.