Última Carta

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RELACIONES DE SANTA TERESA CON SAN JOSÉ
RELACIONES DE SANTA TERESA CON SAN JOSÉ
P. Román Llamas

Pocas personas en la historia de los hombres tan dotadas para relacionarse con los demás como santa Teresa. Estaba hecha para la amistad abierta y generosa, para una vida de relaciones sociales y espirituales amplias y varias. De hecho, en el campo concretamente carmelitano, desde el general para abajo, se relacionó con tantos frailes y monjas; en el campo eclesiástico, desde cardenales y obispos, pasando por teólogos, letrados, espirituales y santos, fue un verdadero desfile de personas y personajes lo que pasó por ella; en el campo civil y profano, desde el Rey para abajo, grandes señores y damas, marqueses, condes y duques, nobles y gente plebeya, carreteros, espoliques y carteros, mercaderes y tratantes… no hay clase social con la que no se relacionara. Para todos tiene su palabra la madre Teresa. La abundancia de cartas y la variedad de personas a quienes escribe es una prueba de esa amplitud y capacidad polifacética de relaciones humanas y espirituales. Lo mismo le pasa con los santos del cielo. No es persona de un solo santo o de pocos. Por el contrario, son muchos de los que se confiesa devota. La lista de los santos de su devoción particular, encabezada por nuestro padre san José, encontrada en su breviario, registra la friolera de treinta y cuatro y no es completa y, entre ellos, se encuentran los patriarcas, los diez mil mártires, los santos de la orden, los ángeles. Es también prueba de la sociabilidad y comunicabilidad de su persona. Muchos santos, pero uno singular, no solo por encabezar la lista, sino por razón de sus vivencias espirituales especiales con él; este es san José, mi padre y señor. Como muchos amigos y confidentes, pero uno especial: el P. Jerónimo Gracián. Para santa Teresa san José es único, solo él ayuda en todas las necesidades de alma y de cuerpo. Ningún otro se le puede comparar ni de lejos; más que alistarlo con los otros santos hay que colocarlo en la categoría de Jesús y María, «que no sé como se puede pensar en la Reina de los cielos en el tiempo que tanto pasó con el Niño Jesús, que no den gracias a san José por lo bien que les ayudó en ellos» . Hasta recibe mucho contento de sufrir mucho por él . Su devoción y relaciones personales con su padre y señor san José son por eso únicas y singulares, como las que tiene con María y Jesús el Señor.
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San José en el orden hipostático
San José en el orden hipostático
P. Román LLamas

De todas estas razones deducimos que san José pertenece al orden hipostático. San José está comprendido en el decreto divino de la encarnación de su Palabra, de su Verbo en el seno de la Virgen María, ya que «en la predestinación eterna no solo está comprendido lo que se ha de realzar en el tiempo, sino también el modo y el orden de su ejecución» . Ahora bien, si en el decreto divino de la encarnación del Verbo de Dios está comprendida la Virgen María por ser madre del mismo, tiene que estar también san José por ser esposo de María, ya que la Virgen María es virgen y esposa, desposada con un hombre llamado José. San Mateo dice que María estaba desposada con José (Mt 1, 18). Y Lucas escribe que el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José (Lc 1, 26-27). Por este decreto divino san José entra a formar parte del orden hipostático, un orden de gracia, de comunicación gratuita de Dios al hombre mediante la encarnación de su Palabra, de su Hijo en el seno de la Virgen María, desposada con José. Un orden de comunicación de Dios excepcional, maravilloso, que no cabe en inteligencia humana. San José pertenece al orden hipostático por dar su consentimiento a las palabras del ángel que le indicaba que no temiese tomar a la Virgen María, su mujer, en su casa, casándose definitivamente con ella de parte de Dios. «En las palabras de la "anunciación" nocturna, José escucha no solo la verdad divina acerca de la inefable vocación de su esposa, sino que también vuelve a escuchar la verdad sobre su propia vocación. Este hombre "justo", que en el espíritu de las más nobles tradiciones del pueblo elegido amaba a la virgen de Nazaret y se había unido a ella con amor esponsal, es llamado nuevamente por Dios a este amor» . Un amor regenerado y sobrenaturalizado por el Espíritu Santo. «José, obediente al Espíritu, encontró justamente en él la fuente del amor, de su amor esponsal de hombre, y este amor fue más grande que el que aquel "varón justo" podía esperarse según la medida del propio corazón humano» . Y este desposorio coloca a san José en el orden hipostático, porque «ya que el matrimonio es el máximo consorcio y amistad ‒al que de por sí va unida la comunión de bienes‒ se sigue que, si Dios ha dado a José como esposo a la Virgen, se lo ha dado no solo como compañero de vida, testigo de la virginidad y tutor de la honestidad, sino también para que participase, por medio del pacto conyugal, en la excelsa grandeza de ella» . Y este matrimonio está predestinado y realzado para que en él naciera el Hijo de Dios encarnado. Y por este matrimonio san José forma parte del orden hipostático, ya que este matrimonio se lleva a cabo porque san José dio su consentimiento a la palabra de Dios por medio de su ángel a que tomase a María, su esposa, en su casa. Y sin ese matrimonio no habría habido encarnación del Verbo divino. Y por este matrimonio quedó José constituido en padre de Jesús, en contacto directo e inmediato con el Verbo de Dios encarnado, desempeñando y ejerciendo con él todo lo que comporta y entraña la paternidad. Dice el beato Juan Pablo II: «San José ha sido llamado por Dios para servir directamente a la persona y a la misión de Jesús mediante el ejercicio de su paternidad; de este modo él coopera en la plenitud de los tiempos en el gran misterio de la redención y es verdaderamente "ministro de la salvación"» . A san José fue divinamente encomendada la singular misión de alimentar, educar, proteger y defender al Dios hombre. La reflexión de la Redemptoris Custos y el Catecismo de la Iglesia (n. 522-534) sobre los misterios de la infancia de Jesús y sobre su vida oculta son la prueba y la explicación de la pertenencia de san José al orden hipostático: la genealogía, el matrimonio de José y María, la familia, el censo, el nacimiento, la circuncisión e imposición del nombre de Jesús, la epifanía, la presentación en el templo, la huida a Egipto, la vida oculta en Nazaret, el sometimiento de Jesús a sus padres, el sustento y educación, la pérdida en el templo «toda la vida oculta o escondida de Jesús ha sido confiada a su custodia (de san José)» . En todos estos misterio del misterio de la redención y salvación san José juega un papel indispensable. Esencial, y con su servicio coopera al misterio de la salvación. «De este misterio divino san José es junto con María el primer depositario», porque «la encarnación y la redención constituyen una unidad orgánica e indisoluble» . Suárez, comparando a san José con los apóstoles, afirma: «Hay otros misterios que se refieren al orden de la unión hipostática –que por sí es más prefecta, como dijimos al hablar de la dignidad de la Madre de Dios‒ y en este orden entiendo que fue instituido el ministerio de san José, estando en el grado ínfimo, y en este sentido excede a todos los demás como existiendo en orden superior. El oficio del santo Patriara no pertenece al Nuevo Testamento, ni propiamente al Antiguo, sino al autor de ambos y piedra angular que hizo de los dos uno» . Santa Teresa expresa esta verdad sencillamente con estas cálidas palabras, ajena a los términos teológicos: «Que no sé cómo se puede pensar en la Reina de los ángeles en el tiempo que tanto pasó con el Niño Jesús, que no den gracias a san José por lo bien que les ayudó en ellos» . Y si san José pertenece al orden hipostático, al acoger a María, su esposa, en su casa, se convierte en «ministro de la economía de la salvación», como lo llama san Juan Crisóstomo (347-407) , y corrobora san Bernardo (1090-1153) por estas palabras: «No cabe duda que fue un hombre bueno y fiel este José con quien la Madre del Salvador estuvo desposada, siervo fiel y prudente constituido por el Señor alivio de su madre y nutricio de su carne y el único, en fin, fidelísimo coadjutor en la tierra para ejecutar los planes de su gran consejo» . Y lo vimos en las últimas palabras del beato Juan Pablo II. San José, el esposo de María y el padre de Jesús, desde su pertenencia al orden hipostático «al haber hecho de su vida un servicio, un sacrificio, al misterio de la encarnación y a la misión redentora que está unida a él; al haber hecho uso de la autoridad legal, que le correspondía sobre la sagrada Familia, para hacerle don total de sí, de su vida y de su trabajo; al haber convertido su vocación humana al amor doméstico con la oblación sobrehumana de sí, de su corazón y de toda capacidad, en el amor puesto al servicio del Mesías, que crece en su casa»
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Dedicaciones josefinas en la Congregación  de Española de carmelitas Descalzos
Dedicaciones josefinas en la Congregación de Española de carmelitas Descalzos


La Congregación de España que, desde su erección en 1604, lleva por nombre de San José y desde 1624, en las vísperas de la fiesta del nombre de Jesús, hacía mención a San José como "protector de nuestra Congregación", contaba a la altura de 1734 contaba con 10 provincias , con 172 comunidades de frailes, de las cuales, 153 eran prioratos y 19 hospicios. De estos conventos 28 llevan por titular a San José. En 4 ocasiones San José comparte la titularidad con otra advocación ; como sucede en el convento de Nules, fundado en 1673, la titularidad se dedica a la Sagrada Familia. Es el siglo XVI cuando más titularidades se da a San José, 15, 10 titularidades en el siglo XVII, y solo 3 en el siglo XVIII. San José será el titular de una de las primeras cinco provincias en que se divide la Descalcez, la de Cataluña, erigida en 1588. El primer conventos de Carmelitas Descalzos dedicado a San José es el de Daimiel, 1583, a partir de este momentos San José comienza a abrirse paso en la titularidad de los conventos: Barcelona, 1586, Mataró, 1588, Lérida 1599, Jaén, 1588, Gerona, 1591, Vélez Málaga, 1591, Uclés, 1594, 1599, Zaragoza, 1597, Tudela, 1597, Calatayud, 1599, Desierto de las Batuecas, 1589. . La denominación mayoritaria de los conventos de Descalzos de la Congregación de España hasta mediados del siglo XVII es la mariana con 51 titularidad, de ellos 27, dedicados a la Virgen del Carmen, titularidad tradicional de la Orden. El primer convento de la Reforma, Duruelo, siguiendo la tradición de la Orden del Carmen, toma por titular a la Virgen del Carmen, titulo que llevará el convento de Mancera cuando en 1569 allí se trasladen los Descalzos, titularidad que se perderá en 1635, cuando, establecidos en Avila desde 1600 y habiendo conservado el titulo de Virgen del Carmen, se dé la titularidad del convento a Santa Teresa. De los 64 conventos fundados en España hasta 1600, 34 tienen por titular a la Virgen María bajo distintas advocaciones, en 20 ocasiones es la Virgen del Carmen la que figura como titular. Es explicable esta preeminencia mariana, y es que para aquellos Descalzos, como era creencia tradicional, "el Carmelo tiene por cabeza a María", aunque no contemplan nunca a María separada de José: "María es patrona del Carmelo en compañía de su cabeza que es su esposo San Joseph" En tercer lugar entre los titulares de los conventos de Carmelitas Descalzos destaca Santa Teresa, con 16 de los conventos dedicados a ella, siendo el primero que se la dedica en la Congregación de España el de Queretaro en Méjico, 1614, el mismo año de su beatificación. A Santa Teresa se dedicará una de las provincias de la Congregación de España, la de Aragón, erigida en 1685. Finalmente, y a gran distancia debemos destacar, San Juan de la Cruz, lo que es explicable debido a lo tardío de su beatificación, 1676, y canonización, 1726. En la Congregación de España estaba la provincia de Carmelitas Descalzos de Cataluña que tenía a San José como patrono y titular de la provincia y de 9 de sus 14 conventos, siendo el convento de los Descalzos de Barcelona, fundado en 1586, dedicado al Santo, el primero de los conventos dedicados al santo patriarca en el principado de Cataluña. Esta provincia de Carmelitas Descalzos destacó desde sus inicios por impulsar la devoción a San José entre la gente y celebrar el culto al santo con toda solemnidad, esto es lo que explica que los Carmelitas Descalzos fueran conocidos como els Josepets, los josefinos. Era costumbre en los conventos de esta provincia celebrar todos los martes del año una misa solemne votiva en honor del Santo. La Congregación de España contaba con 92 monasterios de monjas, de ellos 73 estaban bajo la obediencia de la Orden y 19 bajo jurisdicción episcopal. 40 de estos conventos estaban puestos bajo la protección de San José. Llama la atención que, frente a lo que va a suceder en la Congregación italiana, y salvo en cuatro ocasiones , San José es titular único. También, frente a lo que sucede en la Congregación de Italia, en la española sólo un monasterio es dedicado conjuntamente a San José y Santa Teresa, el de Teruel, 1660. Con muchos es el siglo XVI es el que más titularidades josefinas suma, 22 en total, frente a 15 en el siglo XVII, y solamente 2 en el siglo XVIII. Al contrario de lo sucedidos en los conventos de frailes, en los monasterios de las Descalzas es San José la titularidad más extendida, seguida en segundo lugar por la mariana, 19 monasterios en total, 3 de ellas dedicadas a Nuestra Señora del Carmen. En tercer lugar entre las titularidades de los Carmelos se destacar Santa Teresa a quien se dedican 9 monasterios, siendo el primer Carmelo a ella dedicada el de Jaén, 1615 . Es llamativo que hasta 1600 se mantuvo la tradición teresiana de dedicar los monasterios a San José o alguna advocación o titulo mariano. De los 44 monasterios fundados hasta 1600, 22 tienen a San José por titular, 12 a la Virgen y 10 a distintos santos, destacando entre ellos Santa Ana, a la que se dedican 5 monasterios, uno de ellos Valera, fundado en 1600, compartiendo titularidad con San José. Santa Ana forma parte de la devoción a la santa parentela propia del Carmelo , y a Santa Ana la Congregación Española dedicará la última de las provincias erigidas, la de Murcia, 1713.
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El Greco, pintor de San José
El Greco, pintor de San José
P. Javier de la Cruz

El Greco, es de los pintores que más ha tratado el tema josefino, hasta unas treinta veces, de ahí que se haya dicho de él que "es el mejor pintor josefino". San José se hace presente, unas veces solo, otras con el niño, o en escenas colectivas como son los desposorios con la Virgen, la adoración de los pastores, la adoración de los magos, la huida a Egipto. Hay un modelo que llama la atención y que podemos decir que lo crea el Greco, es el de San José guiador o “cristóforo” (Camon Aznar), el que conduce y educa a Jesús, que rompe con la imagen de San José artesano o carpintero. Este modelo, que rompe con la presentación tradicional de San José, anciano, melancólico, ajeno a lo que sucede a su alrededor, le presenta decidido, fuerte, con el gesto de proteger al niño lo que resalta el cuadro que pinta El Greco pinta para la capilla de San José de Toledo, donde aparece el Santo como guía, portador y protector de Cristo. La obra, encargada por Martín Ramírez de Zaya –el retrato se puede ver en la parte superior izquierda del retablo de San José-, catedrático de teología de la Universidad de Santa Catalina, se realiza entre 1597-1599, a los pocos años de haber abandonado las carmelitas descalzas la capilla, en plena época de revitalización del Santo, a lo que con tribuyo la difusión de los escritos de Santa Teresa, en concreto el capítulo sexto del Libro de la Vida donde hace el elogio del Santo y recomienda a quien lo leyeses fuese devota de San José. La firma del contrato para ejecutar la obra se llevó a cabo en 1597, en el contrato se especificaba que El Greco ejecutaría los tres retablos de la Capilla, el principal dedicado a San José y rematado por la coronación de la Virgen, y los dos laterales, a San Martín partiendo la capa con el pobre y la Virgen con el niño, actualmente en la Galería Nacional de Washintong. El año de la firma, 1597, coincide con la publicación en Roma por el P. Jerónimo Gracián publica de su Josefina, Sumario de las excelencias del glorioso S. Joseph esposo de la Virgen María, donde entre otras afirmaciones referentes al Santo está la siguiente: "la verdadera grandeza de San José es haber vivido con el niño. Debe toda su perfección a este contacto cotidiano con la divinidad. Ningún hombre ha conocido mejor al salvador, ni ha estado más tiempo a su lado. El tuvo el honor de ser útil al hijo de Dios. Cosa inaudita, durante la huida a Egipto, el salva la vida al autor de la vida, es por esto por lo que él merecía, como los antiguos recibir la corona cívica". Debemos señalar que por estos años reside en Toledo José de Valdivieso, canónigo de la catedral, autor del poema Vida, muerte y excelencia del gloriosísimo patriarca San José. El Greco en este cuadro nos presente a un San José joven, hermoso, fuerte, decidido, lo que contrata con anteriores representaciones del Santo en las escenas del Nacimiento, la adoración de los pastores y la adoración de los Magos, donde San José es un personaje secundario, presentado como un anciano del que se podría prescindir en la representación. En esta obra, donde el Santo viste túnica verde grisácea y un manto amarillo y que, con el báculo de caminante en una mano, con los ojos bajos mira al Niño Jesús, cobijándole con su brazo, le ha representado aislado, como verdadero protagonista. El niño Jesús, vestido con un traje rojo, buscando la protección de José, rodea con sus brazos la cintura del Santo. En la parte superior del cuadro aparece un coro de ángeles, en vertiginoso movimiento, jugueteando con guirnaldas de rosa y laurel. En el fondo del cuadro, enmarcado en un cielo plomizo, aparece la silueta de la ciudad de Toledo, tal y como El Greco la pintará en sucesivas ocasiones. En la parte superior nos encontramos con una serie de ángeles en un remolino de movimiento y color que se disponen a coronar a San José. Los ángeles portan tres elementos fundamental desde el punto de vista simbólico, alusión a la idea expresada por Isidoro Isolano, que habla de las tres coronas josefinas: la de la Virginidad, la del martirio y la del doctorado.: el lirio, asociad como símbolo de San José, la virginidad, que porta el ángel del centro; un ramo de rosa, que expresa la alegría celestial ante el comportamiento del Santo y el martirio, portado por el ángel de la derecha; la corona de laurel, símbolo del doctor triunfal, portada por el ángel de la izquierda La capilla de San José está vinculada a las carmelitas Descalzas y a Santa Teresa, pues fue Martín Ramírez, a quien la Madre Teresa describe como "hombre honrado y siervo de Dios, mercader, el cual nunca se quiso casar sino hacía una vida como muy católico, hombre de gran verdad y honestidad", fallecido en octubre de 1568, quien dejó en testamento su fortuna para obras de beneficencia, sufragios y capellanías y para fundar un convento de Carmeli¬tas Descalzas. La madre Teresa al no llegar a un acuerdo con sus herederos, llevó a cabo la fundación, sólo cuando Alonso Alvarez, hermano y albacea de Martín Ramírez, vio las condiciones en que vivían las Descalzas, la devoción y estima que iban ganando entre la gente, reanudó las conversaciones rotas con la Madre. Y aunque en Toledo no todos veían bien que diesen el patronato a Alonso Ramírez, pues, aunque él y su hermano eran personas ricas, honradas y principales, no eran de la calidad que convenía para patronos del convento, y ya que los otros conventos de la ciudad tenían por patronos personas muy ilustres, pertenecientes a la aristocracia de la ciudad, no debía ser menos el de las descalzas. La Madre Teresa llegó a un acuerdo con Alonso Alvarez, por el cual Francisca Ramírez, su hija y mujer de Diego Ortiz, obtenía el patronato sobre la capilla mayor con la obligación por parte de las monjas de tener en el plazo de diez años, preparada la capilla y consentir que los restos de Martín Rodríguez fuesen trasladados a dicha iglesia. Esto llevó a que las Descalzas, en 1571, dejasen las casas alquiladas y comprara otra en el barrio de San Nicolás que pagaron con lo donado por los albaceas de Martín Rodríguez. En esta nueva casa, donde Santa Teresa comenzó a escribir el Libro de las Moradas, estuvieron las Carmelitas hasta 1584, las muchas capellanías, la frecuencia de misas con la asistencia de los vecinos, en principio una ayuda para las monjas, pero con el tiempo fue causa de muchos inconvenientes para las Descalzas que estaban a "mayor encerramiento", lo que las llevará, a trasladarse a una nueva casa en las Tendillas de Sancho Milla. La capilla, se comenzó a construir en 1588 y fue consagrada el 26 de diciembre de 1594, continuo bajo la advocación de San José, ya que en el testamento se especificaba que, aunque no se llevase a cabo la fundación del convento, “nunca se mudase la advocación al Santo”.
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San José, el barón justo
San José, el barón justo
P. Román Llamas

El calificativo de justo se lo da el Espíritu Santo por medio del evangelista san Mateo y con ese calificativo le declara perfecto y heroico en todas las virtudes, le canoniza. El término justo lo encontramos muy utilizado ya en el A. T. tanto referido a Dios como a una clase de hombres que participan de esa cualidad de o atributo de Dios. Dios es justo. Padre justo le llama Jesús en la oración sacerdotal junto a Padre santo (Jn 17, 25.11) Justo, aplicado a Dios, significa misericordioso, hace justicia a los huérfanos y a las viudas, bueno, fiel, compasivo, salvador. Un autor, al leer Romanos 3.25 escribe “¿Sospecha el cristiano culto que la justicia revelada por Dios en Jesucristo es exactamente su justicia salvífica, es decir, su misericordiosa fidelidad?” (Dehscamps). La justicia de Dios es, sobre todo, el amor, la gracia, la salvación de Dios para con todos especialmente con los pobres y oprimidos (Cfr. Sal.40,10-11; Sal 65,6.9;Is 45,8; Sal 111,4; Sal 112,4-6). En el salmo 103, considerado como una de las perlas del Salterio por su altura teológica y por su amorosa espiritualidad sublime y extra, que tiene como hilo teológico espiritual inspirador y conductor el DIOS ES AMOR, viene a identificarse justicia con misericordia y amor. En pocos salmos se habla tan inefable e insistentemente de la bondad, ternura, fidelidad, amor y justicia de Dios. En él encontramos en esta línea este verso: “La benignidad, el amor de Yahvé perdura de eternidad en eternidad sobre los que le temen, su justicia para los hijos de los hijos” Sal103,17). La justicia es amor. Los términos justo y justicia son términos clave, central y fundamental en el evangelio de san Mateo .Se lo aplica a Jesús, el Justo por excelencia (Mt 27,43) Es un término mateano y se refiere a la dimensión interna, a la intención y actitud básica en la motivación interior, se refiere a polarizar desde el amor todas las fuerzas buscando limpiamente la voluntad del Padre del cielo. Justicia en san Mateo es la reordenación táctica de toda la existencia humana encauzada vital y dinámicamente en actitud y actos a hacer la voluntad del Padre que está en los cielos. La equivalencia más evangélica de la justicia es la fórmula: Hacer en todo la voluntad del Padre (Mt 17,21). Según esta significación la vida de Cristo, que hizo en todo la voluntad de su Padre, es el vértice al que se llega por la cuarta bienaventuranza: Bienaventurados los misericordiosos… Compara Mateo 3,15: conviene que se cumpla toda justicia con el texto de Juan, 4,3: Mi manjar es hacer la voluntad de mi Padre. Ser justo significa: hacer en todo la voluntad de Dios Padre, pero con una connotación especial de misericordia, amor, compasión, bondad. Ser justo expresa el compendio de todas las virtudes y la suma de todas las perfecciones cristianas, una santidad en grado sumo Este es San José, el justo. Así lo han entendido los santos Padres de la Iglesia. “¿Queréis saber porque José es llamado justo? Porque posee la perfección de todas las virtudes”(San Máximo). “por justo hay que entender aquí que es en todo virtuoso…Siendo, pues, José justo, es decir, benigno y moderado –el término griego epieikes, usado aquí por el santo, encierra la idea de bueno, bondadoso y amable, indulgente y misericordioso- quiso despedirla secretamente…Ahí tenéis a un varón filósofo, libre de la más tiránica de las pasiones (los celos)…su conducta se levanta ya por encima de la ley,--de ahí también que José diera muestras de la más alta filosofía, pues ni acusó, ni deshonró a la Virgen, sino que solo trató de despedirla de su casa en secreto” (San Juan Crisóstomo). Y es que a san José, por un privilegio especial, Dios le había borrado el fomes peccati, preservándolo así de todo pecado, como afirman los teólogos josefinos y autores espirituales, como san Francisco de Sales. San Agustín dice que todos los santos deben decir: perdona nuestras deudas, pero reconoce que Dios puede, si le place, por vía de excepción y de privilegio “extinguir enteramente la vetustez del hombre viejo, la cual le hace pecador, y revestirle de incorruptibilidad ya en esta vida, de manera que contemple a Dios presente en todo, como los santos le contemplan en el cielo, pero sin ningún velo”(De spiritu et litera, XXXVI. 66). Es el privilegio que ha concedido a la Virgen María y san José. Por eso en la casa de Nazaret no había lugar para el pecado. Del alma que ha sido transformada en el amor del Amado –de mi Amado bebí- escribe San Juan de la Cruz: “Está el alma en este punto en cierta manera como Adán en la inocencia, que no sabía qué cosa era mal; porque está tan inocente que no entiende el mal ni cosa juzga a mal…,porque no tiene en sí hábito de mal por donde lo juzgan, habiéndole Dios raído los hábitos imperfectos y la ignorancia, en que cae el mal de pecado con el hábito de la verdadera sabiduría” (CE 26,14).Con mucha más razón podemos afirmar esto de san José que, como esposo de María y padre de Jesús, desde el seno materno estaba santificado y subido a este singular estado de transformación en Dios, dándole más que a ningún otro el hábito perfecto de la verdear sabiduría y en todo era guiado por el Espíritu santo, como su esposa María. Como en otro tiempo el sol y las estrellas se inclinaron delante del José del A.T para honrarle, así todos los santos y dignidades del cielo y de la tierra caen a los pies de san José para glorificarlo. Después de Jesús y María y junto a ellos, san José es el justo y santo por excelencia..
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Santa Teresa, apóstol eficaz de san José
Santa Teresa, apóstol eficaz de san José
P. Teófanes Egido

La Madre Teresa no se redujo a escribir cosas tan hermosas e inauditas de su Santo. Le rezaba, le pedía favores cada año en su fiesta: "Paréceme ha algunos años que cada año en su día le pido una cosa y siempre la veo cumplida". Publicaba con la palabra por doquier las excelencias de esta devoción a san José, tan presente en su experiencia mística y en su aventura fundacional. Se hallaba embarcada en el proyecto del convento de san José de Ávila, entre algún que otro desaliento, y estando en la iglesia de los dominicos el día de la Asunción (de 1562), tuvo aquel arrobamiento animoso y que ha sido interpretado por la iconografía barroca con singular belleza: "Parecióme, estando así, que me veía vestir una ropa de mucha blancura y claridad. Y al principio no veía quién me la vestía; después vi a nuestra Señora hacia el lado derecho, y a mi padre san José al izquierdo, que me vestían aquella ropa. Díjome ( Nuestra Señora) que la daba mucho contento en servir al glorioso san José, que creyese que lo que pretendía del monasterio se haría y en él se serviría mucho el Señor y ellos dos; que no temiese habría quiebra en esto jamás, aunque la obediencia que daba no fuese a mi gusto, porque ellos nos guardarían; y que ya su Hijo nos había prometido andar con nosotras, que para señal que sería esto verdad me daba aquella joya. Parecíame haberme echado al cuello un collar de oro muy hermoso, asida una cruz a él de mucho valor" (Vida, 33,14). La forma de guardar la casa también había sido manifestado a la Madre Teresa en otra experiencia similar y por los mismos días: "Habiendo un día comulgado, mandóme mucho Su Majestad lo procurase con todas mis fuerzas, haciéndome grandes promesas de que no se dejaría de hacer el monasterio, y que se serviría mucho en él, y que se llamase San José, y que a la una puerta nos guardaría él y nuestra Señora la otra, y que Cristo andaría con nosotras" (Vida 32, 11). No es preciso recordar cómo respondió la Madre Teresa a estas promesas y seguridades. Su convento de San José en Ávila fue el primer monasterio que se erigía en la cristiandad con el Santo por titular. Este hecho tiene que ser valorado en su significado. Ella misma era consciente de la novedad que suponía esta fundación en Ávila: "otra iglesia más en este lugar de mi padre glorioso san José, que no la había" (Vida 36, 6). Cuando, contra sus previsiones iniciales, pero de acuerdo con exigencias eclesiales, emprendió la expansión de su reforma, se multiplicaron los conventos e iglesias dedicados a san José, al que tenía por fundador de su orden. Los conventos teresianos salieron a Europa, saltaron a las Indias y a otras misiones, y con ellos iba la devoción al Santo. Sus frailes, además, predicaban a san José, y escribían libros para quienes podían leer, como hizo el mejor discípulo de san Teresa, el padre Jerónimo Gracián (por citar al más agregio de los autores) con su "Tratado de las excelencias del Santo" (Roma, 1597), la "Josefina" que se imprimiría incesantemente. Aunque, hablando de libros, ninguna propaganda tan eficiente como la leída y releída en los de la Madre Teresa. Un signo de lo que supuso santa Teresa en la penetración y eclosión de la devoción josefina en la piedad popular puede verse en la evolución de la antroponimia: concretamente en España, hasta finales del siglo XVI no aparecen criaturas bautizadas con el nombre de José. A partir del XVII, es decir, a medida que se fueron conociendo la vida y los escritos de la Santa, no sólo hace acto de presencia sino que inicia un crecimiento que ya no cesará hasta convertirse, desde entonces hasta ahora, el de José en el más frecuente de los nombres.
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de San José
Aunque le parezca extraño, aquí tiene una especie de
“complejo” dedicado a San José.
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